jueves, 1 de agosto de 2013


SUGERENCIAS PARA 
RE-VISITAR 
FOTOS DE CARACAS
SIN MORIR EN EL INTENTO

Con motivo de un nuevo aniversario de Caracas y como homenaje a Wiliam Niño, la “Cátedra de Imágenes Urbanas” organizó el pasado 25 de julio el encuentro TRES ÁLBUMES DE CARACAS.  La idea era, como quien visita a un amigo y curiosea sus álbumes familiares, ver y comentar fotos de Caracas de la colección de William y la de la Fundación para la Cultura Urbana para, a mi entender, ver lo que fuimos y lo que somos para imaginar lo que podemos y debemos ser.
Uno de esos álbumes ha corrido por las redes estos días (desde el link http://prodavinci.com/galeria/?gid=39&gstart=0), casi siempre acompañado de esa cantinela, entre la admiración y el lamento con que, al parecer, insistimos en ver (y simplificar…) lo pasado como testimonio de un paraíso que perdimos para caer, de sopetón y sin más explicación ni responsables que la desgracia del destino, en este presente doloroso que asumimos inescapable. Simplificación que alcanza  a las personas que convertimos en personajes lejanos de sí mismos y su propia vitalidad; tanto como nos aleja de la ciudad esa sobredosis de nostalgia escapista...
No comparto esta asunción y en ese sentido escribí la nota que leí en ese encuentro y aquí reproduzco. Entonces, para  recordar al amigo y nuestra ciudad con la justicia crítica que creo necesaria y ahora para alertar sobre el regodeo en una nostalgia paralizante que puede dejarnos varados y, peor aún, resignados a lo malo como ajeno e inevitable. 



Aire      
fotomontaje digital de Vilma Obadía Benatar    

No soy fanático de eventos aislados sin programas sostenidos; preferiría salir a mirar la ciudad que estar en un salón admirando fotos; y temo que, como hacemos con Caracas, estereotipemos la admiración hacia William para evadir la comprensión de ambos.
Pero la fecha vale. Particularmente este año, cuando se manipula para seguir mitificando a uno de los gobernantes que más vejó a esta ciudad; creo que porque le tenía un miedo inmenso. Por eso celebro compartir con ustedes y, disculpen la sinceridad, imágenes mediante, con William, con quien llevo ya casi tres años sin hablar; ni pelear, que era muy divertido…

Cuando murió, escribí para el Papel Literario de "El Nacional", un texto que, para convocar a su querido Oswaldo Trejo, titulé "Un hombre que fue ciudad".
Como Caracas, William era contradictorio, impredecible, múltiple; tan despierto como frecuentemente disperso. Mucho de su obra nació de azares que, inteligentemente, reconocía al ir conversando y, casi de repente, de tema asomaba una idea que sugería un evento, exposición, libro o combinaciones como proyecto. En ese reducto del lloriqueo que es a veces Facebook, alguien lo citaba recientemente diciendo que ya Caracas está terminada; que basta con limpiarla, mantenerla y listo. Fui testigo de la fuerte discusión entre William y Vilma Obadía sobre esa afirmación y del cambio de aquella posición conservadora hacia otra que, casi frenéticamente, veía posibilidades de reformulación en cada esquina. Y es que citarlo sin fecha ni contexto traiciona a quien, como Caracas, evolucionaba continua, intensa y casi paradójicamente. Pasa con quienes son ciudades: sólo se mantienen realmente vivos cuando aprenden a oportunamente morir un poco la ciudad y la gente…
Quien haya estado en su casa sabe que William no era amigo de reduccionismos; por eso no le va enjaularlo en cualquiera de sus muchas frases contundentes. Más que un hombre con ideas SOBRE la ciudad, William era un acucioso observador que pensaba haciendo EN, DURANTE Y CON su caraqueñidad cotidiana, entreverando oralidad, visualidad, registro e intuición y compartiéndolos generosamente. Su gran legado es el de un curador urbano que observando, calificando, relacionando, mostró lo que creíamos haber visto ya de forma inusitada, reveladora y muchas veces hasta exagerada.
Y Caracas necesita curadores. Tanto que sepan clasificarla para clarificarla como que se atrevan a curarla sea cuando basta una curita o cuando hace falta bisturí, criticándola a veces duramente y otras acariciándola devotamente, tan vigilantemente inclusivos como incluyentemente incisivos. Tampoco a Caracas le van las jaulas; estos álbumes me interesan sobre todo por las contradicciones que, William, gran provocador, propone al combinar la prístina vitalidad de Caula, Gasparini, Matiz y otros con la crudeza cenital de Nicola Rocco.
Hoy, más que lo hecho o haciéndose, celebro la posibilidad de vernos y atrevernos a acometer lo mucho por hacer. Vigilantemente amorosos y afablemente quisquillosos, como William y su mirada alerta; frecuentemente desconcertante, como nuestra Caracas, de cuya consolidación civil depende su pertinencia cívica.
Y no hay día más cívico y ciudadano que el de la ciudad ni ciudadanía sin entender que sólo cuando exige futuro el pasado logra hacer y ser ciudad. Los héroes civiles que lo saben y hacen garantizan que ella viva atravesando calendarios.
Lo otro es sólo acumular años. 
Y, como creo diría William, “¡qué faaastidio…!